Rostros sombríos

 



"Este es el infame Batman... El Cruzado de la Capa. No lo trataremos como a la escoria de siempre. No. Él es especial. Más aún, es una pieza de coleccionista de enorme valor."

El Muñequero


El Joker ha vuelto a hacer de las suyas, asesinando a un hombre y poniendo en peligro a su sobrina menor de edad. El Murciélago llega para detenerlo, pero la policía intenta aprehenderlo a él como a un vulgar criminal, relacionándolo incluso con el suceso, ocasión proclive del verdadero villano para darse a la fuga.


La única testigo informa que oyó al psicópata referirse a cierta familia como sus próximos blancos, pero tanto el Murciélago como Gordon sospechan de una pista tan corriente dejada por alguien impredecible. Tomándolo como una trampa pero acudiendo de todas formas, Batman es testigo de una violenta explosión, aunque esta vez consigue atrapar al Joker en un tren.


En Arkham, el príncipe payaso del crimen se comunica con otro paciente dejando en claro que él mismo urdió todo ese plan para compartir la reclusión con él. La otra persona se siente honrada de lo que está por hacer: cercenar el rostro del Joker y dejarlo colgado de una pared.


Aquí es donde se da un giro que probablemente haya causado la excesiva mala fama de este arco: cuando el payaso se escapa no vuelve a aparecer y comienza la búsqueda y cacería de quién realizó esa macabra maniobra.


He visto incontables historias donde el Joker aparece robando viñetas siquiera para hacer acto de presencia, incluso cuando la trama no lo justifica o llegando a sobrar, y eso sólo se explica por la popularidad que goza entre el público y, a veces, incluso al gusto de los autores. Aquí creo que hay un recurso mejor explotado que es el de frustrar las expectativas de los lectores utilizando el mismo método que hiciera suyo Hitchcock en Psicosis: eliminar del medio a quien se presupone que llevará el peso argumental.


Batman localiza al Muñequero, un siniestro médico que es especializado en cirugía mayor, plástica, taxidermia y el tratamiento de injertos, capaz de realizar ablaciones y mediante diversos tejidos armar nuevos rostros llegando a imitar apariencias de otras personas de manera grotesca. El Muñequero busca hacerse un nombre junto a su familia y quiere tomar al propio Batman como un depósito de órganos con valor de reventa entre oscuros compradores.


Todo lo que ocurre una vez develado el antagonista pasa a ser previsible, al igual que tantos cómics de igual o inferior calidad, pero que son títulos fijos en las listas de favoritos y hasta considerados influencias de otros autores. Aún así, a éste se lo suele considerar un bodrio, cuando está lejos de serlo. 


Otra virtud a señalar es que es breve, directo y no llega a ser denso, cuya atmósfera de terror lo diferencia de lo que podría haber sido una publicación del Batman de principios de los noventa.


Tony S. Daniel escribe y dibuja, usando su fuerte en los gráficos para llevar adelante la narración donde lo visual es afortunadamente el medio principal de contar y no el exceso de pomposos cuadros de diálogo.


Nota personal: 6







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