Joker: Año uno
“Siempre me sigues como un cachorro enamorado. Condéname a los sueños y pronto te encontrarás a ti mismo ahí en la oscuridad.”
Joker
El Batman de Zurr-en-Arrh ha poseído casi por completo al Caballero
de la Noche y éste, sin las inhibiciones propias de una humanidad, está
dispuesto a enfrentar a su archienemigo de una vez por todas y de manera
definitiva. Su obsesión, esta vez sólo responde a vencer, atrapar y matar al
Príncipe Payaso del Crimen.
La intensa búsqueda
se convierte en un carril de doble
dirección, ya que el propio villano espera atraerlo atacando a los mentores que
formaron a Bruce Wayne en el héroe que es. Sin embargo, cuando el
enfrentamiento ante ambos está a punto de producirse, el villano logra activar
un mecanismo en la mente del murciélago que dispara una serie de proyecciones y
luchas mentales inesperadas: si bien El Batman de
Zurr-en-Arrh, como método de backup heroico de su persona ya de por sí
resultaba invasivo en su mente, no es la única versión interna en conflicto en
sí mismo. ¿A qué se debe esto? A que todos los encuentros con diferentes Batman
de cada realidad alterna le contagiaron sus propios Batman de Zurr-en-Arrh.
Por lo tanto, mientras el encapotado peleará de forma física con el Joker, al
mismo tiempo deberá enfrentar mentalmente a las personalidades impiadosas de
backup de sus versiones homólogas de Michael Keaton, Adam West, etc.
Pero esta locura aún tiene espacio para más,
cuando vemos que nuevamente ha vuelto Respaldo, el robot que Batman creara para
contenerlo y detenerlo de manera permanente en cuento cruzara una línea que no
debiera. Pareciera ser el fin, pero el autor aún nos tiene preparado un plato
fuerte de digerir, cuando el mismísimo villano se dispone a contar su historia
personal.
No se trata de una historia de origen, sino
de un complemento a la conversión del Joker desde un ladrón afectado tras la
exposición a los desechos químicos al ente de maldad que conocemos. Nos narra
que su descenso a la locura comenzó con justificado temor a su adversario, pero
que fuera intervenido por un misterioso personaje: el doctor Daniel Captio, el
psiquiatra quien fuera uno de los mentores de Batman y que ofrece sus mismos
servicios a este criminal con potencial destructivo. El perverso profesional
ayuda a entrenar la mente y estimular sus habilidades, volviéndolo más diestro
que el propio Batman en dividir su mente en personalidades de respaldo, lo que
permite explicar por qué a veces es un mero bufón, un criminal vodevil o un
sanguinario asesino insaciable.
Chip Zdarsky sorprende con una historia que
entretiene y tiene sus buenos momento, aunque continúa los pecados de su
envesado análisis de personalidad de Batman y tramas confusas.
Con respecto al arte, es un hermoso carnaval
de estilos, donde la variedad ayuda a trasmitir el tinte de demencia que rodea
a los dos protagonistas de la obra, con un lucimiento espectacular de Jorge
Giménez, Giuseppe Camuncoli, Andrea Sorrentino, Mike Hawthorne y Dustin Nguyen.
Nota personal: 8

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